FUNDAMENTOS GENERALES
FUNDAMENTOS BÍBLICOS
1.PROYECTO DIVINO
Is. 4,14- ¿Quién instruyó a Dios?
Ef. 1,4 – Dios nos escogió antes de la fundación del mundo. (Tiene Dios para c/ser humano su propia misión)
Hb. 4,13 – nada creado puede esconderse del Creador
Mt. 22,37-40 “AMAR A DIOS SOBRE TODAS LAS COSAS Y AL PRÓJIMO COMO A SÍ MISMO”
Gen.1,27-28 –hembra y varón los creó
Gen. 5,2 – sean fecundos, llenen la tierra
2. HEMBRA Y VARÓN LOS CREÓ
Gen.19, 24 – Sodoma y Gomorra
1 Cor.6,9-10 – no heredarán la tierra
Mc. 9,42 – más le valdría… piedra de molino
Mt. 18,3 – El que no se haga como un niño no entrará en el reino de los cielos
3. DAREMOS CUENTAS
Mt. 25,40 – “Venid benditos de mi Padre… lo que hicisteis a uno de estos a mí me lo hicísteis”.
Neh. 4,14 – velad por vuestros hijos
Ef. 6,4 – Criad a vuestros hijos en disciplina
Eclts.12,14 – Dios nos pedirá cuentas
Rm. 14,12 – c/u dará cuenta a Dios de sí mismo
Mt. 12,36 – de toda palabra vana
Prov.11,21 –no quedará impune
Prov. 24,22 – los malvados no quedarán impunes
Rom. 2,6-8 – Dios dará a cada uno según sus obras
1 Cor.3,16 – Uds. son templos de Dios.
Stg. 4,17 – el que no cumple la ley
Ezq.3,18 – el que no advierte a su hno. de su culpa, morirá.
4. INMUTABILIDAD Y ETERNIDAD DE DIOS
Lc.11,14-23 – Conmigo o contra Mí
Mt. 12,30 – El que conmigo no recoge, desparrama
Mt. 18, 1-4 – Si no os hacéis como niños, no entraréis en el Reino de los cielos”
Mt. 7,15-20 – Por sus frutos los conoceréis
Gal.5,22 – Los frutos del Espíritu Santo
Mt. 24,35 – mis palabras no pasarán
Mt. 13,8.10 – Dios es el mismo ayer, hoy y siempre.
Ap. 5,11-13 – El Cordero Inmolado es digno
Dn. 12,3 – Quienes enseñen a otros la justicia brillarán como estrellas por toda la eternidad.
5. CRISTIANISMO Y ANTICRISTIANISMO
Mt. 10,28 – Temed a los que pueden llevaros en cuerpo y alma al infierno
Lc. 16,1-8 – hijos del mundo más astutos que los hijos de la luz
Mt. 22,37 – Amarás al Señor…
Dt. 6,4 – Escucha Israel…
Is. 44,6-8 – amarás al Señor…
“Tu fe te ha salvado (Mc. 10,52)… vete y no peques más”. (Jn.8,11)
“Quien se avergüence de mí ante los hombres, yo me avergonzaré de él ante mi Padre que está en los cielos”. (MC. 8,38)
“Mi pueblo perece por falta de conocimiento” (Os. 4,6)
VISIÓN MISIÓN VALORES GENERALES
VISIÓN
Hemos plasmado en los vídeos iniciales y en el video con la carta abierta a los padres y madres, lo que está a la vista de todos: la descomposición social a la que han llevado a toda la humanidad y PRETENDEN LLEVARLA AL CAOS TOTAL.
La familia es el núcleo de la sociedad y la iglesia doméstica, la han destruido:
La sacaron de la función que Dios le dio desde el principio:
Continuar la obra creadora de Dios: HOMBRE y MUJER para procrear HIJOS para Dios y para llenar el mundo.
MISIÓN
Restaurar la familia
Frenar el rumbo actual a la perdición
Iluminar a los niños y a los jóvenes especialmente a través de sus progenitores instruyéndolos a ellos primero.
Ayudar a la humanidad a regresar a su Creadory alcanzar los objetivos de Dios sobre sus criaturas: hacerlas sus hijos, copropietarios de toda la creación siendo infinitamente felices con Él.
VALORES
Dios ES EL QUE ES, Él en sí mismo es
- LA RIQUEZA, LA SABIDURÍA, EL PODER, LA BELLEZA, EL AMOR,
- LA LUZ, LA VIDA, LA GRACIA, LA PAZ, LA JUSTICIA, LA PERFECCIÓN,
- LA PLENITUD.
Nos creó a imagen y semejanza suya en todo esto.
Por el pecado original lo perdimos todo.
Dios es MISERICORDIA:
Nos envió a su propio Único Hijo quien nos redimió, salvó, liberó del pecado, del maligno y de la muerte eterna.
Dios es excesiva BONDAD
Nos envió su Espíritu Santo con sus 7 dones y 12 frutos salvíficos.
Debemos volver a Dios y con su fuerza vencer las obras de las tinieblas que el adversario de Dios y nuestro, ha implementado llevando a millones a la condenación eterna y a millones más rumbo a ella.
Todo ha salido de DIOS, todo debe volver a Él, como Él mismo lo planificó.
Restaurar el plan magnífico e insuperable de Dios
SUSTENTO BIBLICO DE NUESTRA MISIÒN
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Pistas para la Lectio Divina
Padre Fidel Oñoro CJM
Juan 15, 1-8
Permanecer en Cristo (I): una unión vital. “El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto”
Pasamos hoy a la lectura de la segunda parte del discurso de despedida de Jesús, el cual abarca todo el capítulo 15 hasta el versículo 4 del capítulo siguiente.
En Juan 15,1-8, Jesús usa el evocativo símbolo de la vid y los sarmientos. Para los oyentes de Jesús era fácil visualizar la enseñanza, observando cómo se cultiva, como crecía y cómo se producía la uva y la uva de la mejor calidad. Vamos entrar también nosotros en esta imagen.
Un nuevo contexto
El capítulo 14 terminó con la orden de Jesús a sus discípulos: “Levantaos, vámonos de aquí”. Jesús y sus discípulos terminaron la última cena y salieron hacia el Monte de los Olivos pasando por los viñedos que crecían alrededor de Jerusalén en esa época.
Recordemos que era la víspera de la fiesta de la pascua, la fiesta de la luna llena. A esa hora la luna brillaba intensamente sobre los campos que rodeaban la ciudad y los discípulos podían distinguir el camino mientras bajaban por la hondonada, rodeando las murallas de Jerusalén, podían contemplar los viñedos e incluso verse las caras mientras iban conversando con Jesús.
Sin duda los discípulos estaban tratando de comprender mejor las enseñanzas de Jesús mientras estuvieron sentados en la sala de la última cena. En varias ocasiones Jesús les había anunciado su regreso al Padre a través de su muerte. Esto los había dejado tristes e turbados en sus corazones. Jesús les había hablado de la venida del Espíritu Santo, quien ocuparía su lugar y, de una forma extraordinaria, los conduciría de nuevo hacia Él.
Esto debía haberlos dejando con nuevas preguntas. Sobre todo una frase que a lo mejor debía estar martillando en ellos, era: “vosotros en mí y yo en vosotros”. Esta era la implicación de lo dicho en 14,23: “Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él”. Todo esto se sintetiza en la palabra “Permanecer”.
Los discípulos están sorprendidos, se trata de algo novedoso y al mismo tiempo grandioso: “Vosotros en mí y yo en vosotros”. ¿Qué significa esto? Jesús explica: “Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto, lo limpia, para que dé más fruto. Vosotros estáis ya limpios gracias a la Palabra que os he anunciado” (15,1-3). Veamos las ideas fuertes:
1.Los personajes de la alegoría
(1) Jesús: la “vid verdadera”
“Yo soy la vid verdadera” (15,1ª). Jesús se contrasta a sí mismo con el bien conocido símbolo de pueblo de Israel que la vid.
El orante que escribió el Salmo 80 fue bien claro cuando se refirió al Pueblo de Israel comparándolo con una vid: “Una viña de Egipto arrancaste y la plantaste en esta tierra” (v.9). En el capítulo 5,7 del profeta Isaías encontramos también una preciosa descripción de la “viña del Señor de los ejércitos”, de cómo Dios le preparó el terreno, la cuidó e hizo todo lo que pudo para que diera los mejores frutos, pero cuando vino a buscar estos frutos no encontró sino uvas pasmadas, encontró agraces.
En las palabras “Yo soy la vid verdadera”, Jesús no está diciendo que el Israel bíblico sea una falsa vid. Lo que quiere decir es que Él es la verdadera vid de la cual el pueblo de Abraham fue un símbolo, una imagen. Es decir, que es Jesús quien produce al final el fruto que Dios ha estado buscando a lo largo de la historia.
(2) El Padre: “el viñador”
“Mi Padre es el viñador” (15,1b), el agricultor. Una pequeñísima anotación técnica, el término griego “georgós” (de donde el nombre “Jorge”), describe la actividad de un jardinero. Sabemos de todo el cuidado, la concentración y el empeño con que trabaja un jardinero. Pues así es la obra de Dios Padre, él es el jardinero que se ocupa de su viña.
(3) Los discípulos: “los sarmientos”
En el v.5, Jesús compara a un discípulo suyo con la rama de una vid: “Yo soy la vid, vosotros los sarmientos”, y enseguida explica que hay dos tipos de ramas: las ramas que dan fruto (15,5b) y las ramas que no dan fruto (15,6). Por lo tanto, los discípulos de Jesús podemos ser clasificados en dos tipos. La diferencia está en el producir fruto o no.
La obra del Padre como viñador
2. Se mencionan dos tareas:
(1) La primera obra de Dios Padre como viñador es cortar, arrancar (literalmente), la rama que no da fruto: “Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta” (15,2a).
Quizás pueda ser iluminador aquí el pasaje de 1 Jn 2,19: “Salieron de entre nosotros, pero no eran de los nuestros. Si hubiesen sido de los nuestros, habrían permanecido con nosotros. Pero sucedió así para poner de manifiesto que no todos son de los nuestros”. Podríamos releer este texto a la luz de las deserciones que eventualmente constatamos.
(2) La segunda obra de Dios Padre es limpiar las ramas que sí dan fruto. Esto lo hace con su Santa Palabra: “Y todo el que da fruto, lo limpia, para que dé más fruto. Vosotros estáis ya limpios gracias a la Palabra que os he anunciado” (v.2b-3). Cuando se retiran bien los frutos se pueden recoger después más y mejores. Quien sabe darse a los demás, le vienen más dones y tiene luego mucho más.
Lo propio de un discípulo es estar siempre dando más y más frutos. Para ello la Palabra de Dios va haciendo su trabajo interno: se va volviendo en savia de vida que fructifica en muchos signos de superación y crecimiento; esta es la manera como poco a poco vamos mejorando y pareciéndonos cada vez más a Jesús.
3. Los primeros grandes frutos
(1) El primer gran fruto: la oración eficaz
En una vida comprometida de esta manera (sobre esta base de la relación justa y amorosa con los demás) la oración (la petición: lo que se espera de Dios) se vuelve eficaz: “Pedid lo que queráis y lo conseguiréis” (v.7b). En otras palabras, los esfuerzos que estamos esperando realizar alcanzan sus logros. Y esto porque nuestra vida está en sintonía con el querer de Dios. La eficacia de la oración está condicionada al plan de Dios, un plan que conoce quien está en comunión de vida con Jesús. Esto significa:
(1) vivir lo que Jesús nos ha prometido en su Buena Noticia, y
(2) llevar a cabo su obra en el mundo.
Profundicemos:
(1) Notemos que en el texto Jesús dice “mis palabras”, para ello no utiliza el término griego “logos”, que indica la Biblia entera, sino “rhema”, que indica las promesas específicas de Jesús. Esto es precisamente lo que hay que pedir. No olvidemos que la oración y la Palabra de Dios van juntas: la Palabra nos describe el amplio cuadro de la obra de Dios en el mundo, lo que él hace para nuestra salvación, para nuestra plenitud como criaturas suyas. Esto es lo que nos ofrece como promesa. La oración no es una manera de arrancarle a Dios lo que yo quiero que él haga, sino pedir que haga lo que prometió hacer. Por eso hay que orar en sintonía con la Palabra: “Si mis palabras… pedid… lo conseguiréis”. A veces puede tomar algo de tiempo, pero ciertamente lo hará.
(2) Si miramos el contexto del discurso de despedida de Jesús (Juan 14-16) notaremos también que cuando Jesús habla de la oración no se refiere a cualquier tipo de petición. Constantemente se refiere a la oración que implora la fecundidad de la misión (que al fin y al cabo es la obra transformadora del mundo). Leamos Jn 14,12-14. Una vez más queda claro que la fecundidad de evangelización (y todo esfuerzo por transformar el mundo) depende en última instancia de la comunión con Jesús y de la obra del Padre.
(2) El segundo gran fruto: el glorificante testimonio
El texto concluye con la frase: “La gloria de mi Padre está en que deis mucho fruto, y seáis mis discípulos” (v.8).